En un acontecimiento inédito para la política cultural del estado, el Gobierno de Jalisco incorporó al Inventario Estatal del Patrimonio Cultural 25 inmuebles diseñados por el arquitecto Salvador de Alba Martín (1926-1999), uno de los creadores más influyentes de la arquitectura moderna jalisciense. Por primera vez, la inscripción al inventario se realiza no solo por la relevancia individual de los inmuebles, sino por la autoría, inaugurando un criterio patrimonial que pone en el centro la obra completa de un arquitecto como parte de la memoria cultural del territorio.
Formalizado a través del Acuerdo ACU/SC/II/2025, publicado el 30 de octubre en el Periódico Oficial El Estado de Jalisco, este reconocimiento extiende la mirada sobre el patrimonio del siglo XX, usualmente relegado en las políticas de conservación, y lo coloca en la conversación contemporánea sobre la ciudad, su historia y sus creadores.
Un mapa arquitectónico que abarca ocho municipios
Las 25 obras registradas se distribuyen en Guadalajara, Zapopan, Lagos de Moreno, San Juan de los Lagos, Zapotlán el Grande, San Pedro Tlaquepaque, Tecolotlán y Tlajomulco de Zúñiga. La mayoría fueron clasificadas como "Inmuebles de Valor Artístico Relevante", mientras que otras se integraron como "Inmuebles de Valor Ambiental".
Entre las piezas emblemáticas destacan la Casa Cometa, la Casa Aubert Menchaca y el Edificio Farmacia Regia en Guadalajara; así como la Escuela Primaria Mariano Azuela, la Plaza de los Constituyentes, la Rinconada de Capuchinas y el Edificio de Oficinas Federales en Lagos de Moreno. Se suman también espacios educativos, plazas públicas, viviendas, mercados municipales y centros comunitarios, lo que confirma la amplitud y el sentido social del trabajo de De Alba.
A esta lista se agregan dos inmuebles ya registrados desde 2019 —el Centro Cultural Patio de los Ángeles y las oficinas de Infejal— que cambian de categoría para ser reconocidos ahora como "Inmuebles de Valor Artístico Relevante", visibilizando con mayor claridad la firma autoral del arquitecto.
Un creador al servicio de las ciudades y las personas
Más allá del catálogo arquitectónico, el acuerdo reconoce de manera explícita siete intervenciones que el arquitecto realizó en Monumentos Históricos en Lagos de Moreno —su ciudad natal— y una más en Teocaltiche. Entre ellas figuran el Teatro Rosas Moreno, la Casa de la Cultura, el Liceo Padre Guerra y la plaza del templo principal de Teocaltiche. Estos trabajos evidencian la sensibilidad de De Alba para dialogar con el patrimonio preexistente y revitalizarlo sin perder su esencia.
La decisión de destacar su autoría abre una vía innovadora: permite estudiar la obra de un arquitecto como conjunto, con sus constantes, rupturas y aportes estéticos y sociales, más allá del análisis aislado de cada edificio. El reconocimiento a la obra de Salvador de Alba Martín no solo protege inmuebles: también sienta un precedente para valorar la arquitectura moderna, muchas veces invisible en los mecanismos tradicionales de conservación.
En palabras de la Secretaría de Cultura, este modelo abre una "línea importante en el reconocimiento de las obras por autor", lo cual facilita entender la relación de cada creador con el momento histórico en que vivió y con el desarrollo urbano de las ciudades que transformó.
El arquitecto detrás de las obras
Nacido en 1926 en Lagos de Moreno, Salvador de Alba Martín creció en un entorno donde la arquitectura vernácula, las plazas públicas y el orden urbano de las ciudades coloniales de Los Altos marcaron profundamente su sensibilidad. Su formación profesional en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM (1946-1950) lo situó en un momento clave para la arquitectura mexicana: la transición hacia el movimiento moderno impulsado por figuras como Mario Pani, Juan O’Gorman y Pedro Ramírez Vázquez.
Ese ambiente académico y cultural, que combinaba ideales funcionalistas con una creciente preocupación social, influyó decisivamente en su visión: entender la arquitectura como una disciplina al servicio de la comunidad. Su periodo al frente del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), donde participó en la realización de más de tres mil escuelas, lo consolidó como un arquitecto con una misión pública. Este trabajo, más allá de la escala, revela una filosofía: la arquitectura debía ser accesible, adecuada al contexto, económica, sin perder calidad, y siempre pensada para mejorar la vida cotidiana.
Como maestro y director en la Universidad de Guadalajara y en el ITESO, Salvador de Alba formó a generaciones de arquitectos a través de un enfoque que integraba técnica, ética y respeto por el entorno. Fue un defensor del valor del espacio público como articulador de la vida urbana, y un estudioso de los centros históricos, donde consideraba indispensable intervenir con sensibilidad y conocimiento profundo del pasado.
En su obra profesional destacan proyectos de carácter comunitario, religioso, educativo, habitacional y urbano. Su sello se distingue por el uso inteligente de materiales locales, la claridad estructural, el respeto por las proporciones humanas y una sobriedad moderna que no renuncia a la identidad regional.
De Alba representa una vertiente de la modernidad mexicana que no buscó la monumentalidad ni el espectáculo, sino la coherencia, la funcionalidad y la dignidad de los espacios. Su legado, hoy reconocido institucionalmente, permite comprender mejor la construcción del paisaje arquitectónico de Jalisco durante la segunda mitad del siglo XX y la importancia del papel de los arquitectos regionales en la historia del país.
Un legado que se consolida
Con esta incorporación al inventario estatal, Jalisco reconoce la importancia de preservar la memoria arquitectónica reciente, esa que configura la vida cotidiana de sus habitantes. Y al hacerlo, a través de la autoría, abre un camino para que otros creadores del siglo XX —y del XXI— puedan ser estudiados, valorados y protegidos como parte esencial del patrimonio cultural del estado.
YC